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Soledad, qué bonito nombre tienes

 

Ya sabemos que no hace falta estar solos para sentirnos solos. Seguramente hemos experimentado esta sensación de estar rodeados de gente que amenudo llenan nuestros espacios e incluso conviven con nosotros pero no nos acompañan en aquellos momentos más íntimos, en nuestros secretos o nuestras emociones más intensas.

Pero…nos acompañamos nosotros mismos?

Es casi irremediable separar el malestar de la expresión “sentirse solo”. Nos han enseñado que es algo indeseable, como el aburrimiento o la tristeza. Aunque, por suerte, las cosas están cambiando y cada vez está más disponible la educación emocional y aceptación de las sensaciones –sean como sean- en las escuelas y los agentes de socialización…no? Bueno, paso a paso.

El caso es que, a pesar de los estándares sociales, cada uno de nosotros tiene una relación distinta con la soledad. Cada uno experimentamos el hecho de estar solos a nuestra manera, según nuestras vivencias anteriores, nuestras historias vitales y el momento en el que estemos.

 Qué tal estás contigo mismo?

Es una de las tantas preguntas que se responden en silencio. Y qué suena cuando nos quedamos solos? A veces llenamos ese espacio vacío con una llamada, ponemos la tele de fondo o algo de música, y cuando se nos acaban los recursos siempre está ahi nuestra vocecilla mental. Eso es estar solo, pero reuhir la sensación de soledad. Estamos solos pero no nos queremos sentir solos.

En cambio, suele pasar que sí nos apetece esa sensación de soledad cuando nos sumergimos en emociones como la tristeza y el enfado. Entonces quizá no recurrimos a tantos estímulos o personas para llenar el momento y simplemente nos permitimos vivirlo con nosotros mismos. Parece ser que, a pesar de nuestros esfuerzos para evitarlo, nuestra naturaleza nos sigue llevando al silencio, al vacío y a la soledad para darnos la oportunidad de vivir plenamente.

Porque este plenamente incluye todos los colores de la gama, también los azules. Todas nuestras experiencias y las emociones que nos evocan nos aportan algo de valor, si nos permitimos vivirlas, con nosotros mismos primero y quien queramos incluir, después.

Y los valientes que nos permitimos vivir la rabia, vemos como nace de ella una potente energia a nuestra disposición para cambiar aquello –de nosotros- que nos ha enfadado, o para construir eso que notamos que nos falta. Y sólo cuando nos atrevemos a navegar la tristeza, nos podemos despedir de aquello que estamos soltando, para vaciar nuestras manos y agarrar lo nuevo que está por venir.

Quizá entonces encontramos esa cálida compañía en nuestra soledad, y nuestro propio espacio sagrado al convivir con los demás.

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1 Comentari

  1. Anais mayordomo gener 17, 2020

    Muy buena reflexión sobre la soledad.

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Autor Anders Norén