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Tots tenim ales

En el límite del bien y del mal

Cuando hagas algo, hazlo bien. Si puedes hacerlo mejor, hazlo mejor. Si no puedes hacerlo perfecto, no lo hagas. Sea lo que sea aquello que hagas, destaca en ello.

Sea lo que sea aquello que hagas, sé el mejor.

Hace unos meses que vivo en un planeta extraño –llamado pista- en el que estas frases que algún día vinieron a mí como tabla de piedra, se han pulverizado. Siguen ahí, flotando en el aire, pero estan hechas polvo, la verdad.

Hago cosas que no me salen ni bien ni mal, seguro que no son perfectas, absolutamente no soy la mejor en ellas, pero disfruto sobremanera haciéndolas. Yo no dejo de ser torpe en ellas por el hecho de que me haga feliz hacerlas, pero tampoco dejo de ser feliz haciendolas por el hecho de que sea torpre en ellas.

Es raro porque esta medida -interna?- del “bien” y del “mal” a la hora de juzgar mi tarea se hizo polvo con la piedra de los mandatos. Sigue ahi, hecha polvo, pero “torpe” no tiene el mismo sentido que “mal” y, si lo tuviera que grabar de nuevo en piedra escriviría “aprendiz”.

Como todos los grandes sucesos, este cambio sucedió dentro de mí. Sin saber muy bien cómo, empecé a vivir mis experiencias de aprendiz sin el filtro del juicio o la meta de la perfección. No es algo que haya conseguido con ni sin esfuerzo, tampoco lo mantengo de manera conciente, simplemente ocurre una y otra vez en cada situación de aprendizaje en la que me encuentro. Bueno, no en todas, sí en las que el gozo guía mis pasos.

De alguna forma, la necesidad de satisfacer unas expectativas –vengan de dónde vengan- se ha convertido en el deseo de disfrutar de la experiencia. Seguramente lo leí mil veces, o me lo dijeron de mil maneras antes. Alomejor incluso estaba grabado en otro trozo de piedra y yo ni lo sabía.

Lo importante es participar. Sobretodo, pásatelo bien. Hagas lo que hagas, disfruta con ello. Haz aquello que te hace feliz. O lo haces con pasión o no lo hagas.

Menos mal que no todo lo que se escribe se cumple, porque de la misma forma que he perdido esta medida del bien y del mal cuando los juicios se hicieron polvo; estaría perdiendo la medida de mi elemento si realmente disfrutara así de todo. No. No difrutamos con todo, y no hay porqué participar en algo si no tiene un sentido para nosotros. Y por qué dejar de hacer algo que no nos llena si conciente o inconcientemente tenemos alguna otra razón para hacerlo?

Quizá si hoy tuviera que grabar alguna piedra diria algo así como: Lo importante es la experiencia y todo lo que ella te brinde.

Porque si no difruto con ella, me está dando un tesoro. Si, por mi cuenta, decido no participar en ella, me está dando un tesoro. Si me fustro por no haber ganado, me está dando un tesoro. Si, por mí misma, sólo me importa participar en ella, me está dando un tesoro. Y si, con todo, disfruto sobremanera con ella, me está dando un tesoro.

Siempre que las tablas no nos confundan, todas las experiencias nos dan pistas de quién somos, qué queremos, qué hemos venido a hacer o qué queremos hacer ya que aquí estamos. A mi me gusta llamar tesoros a estas pistas.

Y uno de los mayores tesoros que esta experiencia me está brindando es conectar con mi propia medida, si la hay: del bien, del mal, de lo importante, del gozo y de conciencia sobre aquello que está grabado en estas tablas de piedra, que pueden convertirse en polvo en –no- cualquier momento, incluso o sobretodo si las he grabado yo misma.

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Autor Anders Norén