Donde las disculpas no llegan, sólo queda la acción.
Donde el perdón del otro no llena, hace falta el de uno mismo.
Mirar muy adentro, muy en silencio y retumbarse.
Atravesar el dolor hasta la paz del cansancio, en sinceridad.
Encontrar la semilla que habita en nuestro centro y responder.
Respetar la afirmación y su tiempo.