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Tots tenim ales

Flotar

En un momento (Y NO MUNDO) capitalista y competitivo, objetivamente hablando y sin juicio implícito, la acción está valoradísima.

La información nos llega en forma de HACER. Me rodean infinitos cursos de “cómo conseguir…” “toma las riendas de…” o “Aprende a…” lo que sea en tu vida, tu trabajo, tu figura o la crianza de tus hijos. Y si es en un día mejor que en dos. Hay muchos enfoques y métodos que comparten algo: la idea de que eres tú quien puede y debe abordar aquello que quieres.

Conforme. Consumir es trending topic. Que tomar es una acción está claro. Qué seria recibir?

Aprendemos a hacer cosas de muchas formas. De muchas formas hacemos cosas y de muchas formas aprendemos a hacerlas. Hoy me pregunto: ¿En algún momento de mi vida me he parado a aprender a recibir?

Como en cualquier insight, una puerta se abre y aparece frente a mi un vasto mundo desconocido esperando a ser explorado. Puede que me encuentre con algo conocido, como, por ejemplo, cuando aprendí a recibir alagaos, a aceptarlos, a agradecerlos si me apetece. Aun así, me da la sensación de que se reserva este mundo del “aprender a recibir” para todo aquello que es intangible, emocional, espiritual, jipiflauer. Quizá para no entrar en discordia con el momento consumista en el que estamos sumergidos.

Alomejor si mantenemos este micromundo de manos tendidas esperando las gotas de lluvia caer delimitado y emburbujado, no supondrá una amenaza para el macromundo que lo contiene: abre el grifo, cómprate una botella, vé a buscar ese agua que deseas y paga su precio; puesto que eres tú quien ha pedido tenerla.

¿Aprendemos a recibir cosas materiales? Se me ocurre investigar la figura del regalo en las distintas culturas. Sé que en algunas puede ser una ofensa rechazar un regalo, en la que me he criado yo, es casi de buena educación rechazarlo, al menos hacer el amago. Ni que sea un “no hacía falta”. ¿Diríamos “no hacía falta” a la vida cuando nos trae un regalo? ¿Estaremos diciéndole “no hace falta” de forma inconsciente antes ni tan siquiera de que nos lo dé?

Hasta parece raro concebir “la vida” como ente que puede dar o, mejor dicho, prestar (para ser realistas) regalos. A no ser, claro, que nos salgamos del paradigma generalizado de consumo, competencia, oferta y demanda del que somos el centro. El momento antropocentrista del consumidor y el proveedor. Más raro es, todavía, cualquier actitud que se asemeje más a esperar que a construir, a reposar que a perseguir a agarrar que a soltar; cuando todo proceso creativo conlleva, inevitablemente, porciones de ambas fuerzas.

Puesto que es difícil rastrear las causas y consecuencias que hay detrás del recibir, es un proceso misterioso y escurridizo para el raciocinio y la ciencia. La ciencia tradicional basada en lo observable y medible. Así que, cuando se nos presenta una oportunidad, solemos atribuir su causa siempre a 1) una acción consciente que hemos hecho para conseguirla 2) la casualidad o suerte.

Por ningún lado aparece el mérito del buen saber recibir.

Y cuando se nos presenta cualquier situación en la vida, juzgamos de antemano si se trata de un golpe o una oportunidad. De antemano, ya que tan sólo cuando el tiempo ha desenvuelto el regalo podemos percibirlo como tal, con  todo lo que ello conllevaba y nos ofrecía y su valor al desnudo.

El arte pasivo se nos escapa entre prejuicios y desconocimiento. Pero a mi me gusta la aventura y me adentro en la oscuridad de la fe, en el deseo desapegado, en la predisposición no-expectante, en la apaciguada apertura de brazos sostenida. Flotar está entre yacer y volar, pero hay que estar en el medio adecuado. Habrá que ir a las aguas, las que sostienen mi cuerpo minimizando mi esfuerzo, las que entorpecen los ruidos a mi alrededor para que todo lo que oiga sea el sonido de mi respiración y a mí misma en ella.

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Autor Anders Norén