Evolucionar conlleva, también, dejar de ser.
Soltar aquello que ya no es nuestro, aunque algún día lo fue, y mucho.
Transformarse implica decir adiós aunque no tengamos el hola a mano todavía.
Hay un espacio entre la madera que deja de ser y la ceniza que nace. Un periodo de tiempo indeterminado e inconmensurable que cada uno transita a su propio paso.
A veces nos desespera porque lo juzgamos largo, a veces nos golpea cuando sucede en un instante.
Cada palo de ciego te acerca a la piñata. Aunque te canse la venda, aunque no sepas qué la rellena.
Un día le das y revienta.
Siempre es como tiene que ser. Pocas veces somos dueños de este fenómeno, aunque vayamos, sin saberlo, colaborando en ello tic a tic, tac a tac.
Al final de todo, es competencia del tiempo.
Y al principio siguiente, lo seguirá siendo.