Volem si Volem

Tots tenim ales

Huesos II

Una encuentra huesos en tierras que pensó que no pisaría jamás.

Café Solo

Para cuando me quise dar cuenta, tres horas nuestras habían volado. La oscuridad vino poco a poco a ese comedor frío, y cada fotón que echaba de menos era una pregunta más resonando en mi cabeza a medida que mi vista se iba adaptando a las sombras.

Muchas palabras, muchas ideas y vacío por todos lados. A mi alrededor y en mis adentros.

Hablamos de muchas cosas para tres horas y de bien pocas para toda la historia de la humanidad, de la esclavitud.

Quizá sólo hablábamos en círculos sobre un mismo y fundamental tema eterno, de la misma forma en que la historia lo llevó a cabo. O quizá aquello era un preludio de la lentitud que merece cualquier acercamiento.

Aun así, tres horas son mucho tiempo. Aún con sus dudas y reservas, la conversación llenó ese tiempo y lo dotó de sentido y utilidad. Sólo ese tiempo, sólo esas horas.

El sentido sólo existe en el presente.

Nada puede desapegarse de su propio contexto, así que usamos esas horas cada uno para lo que las quisiera usar, dejando ese punto en suspenso.

Un lugar para todas.

La noche pasó de largo y cobró su propio sentido, más liviano y menos intenso, aunque práctico al fin y al cabo.

El mediodía del día siguiente me regaló una sensación dura y sincera. Hay lugar para todas, para todo. Pero sobre todo para todas ellas. Las sensaciones en el cuerpo encuentran su lugar, existen ahí y esperan a ser vistas.

Como los huesos que habitan por debajo de nuestros pies, que no descubrimos si no ahondamos nuestros dedos en la tierra, las emociones subyacen nuestra carne. Todas ellas. Las que no queremos desenterrar por miedo y que una vez asoman querríamos volver a enterrar; pero también las que el mismo miedo enmascara y que nunca pensamos que resultarían ser brillantes tesoros.

Sólo podemos llegar a ese término medio, ese espacio en qué todo existe tal como es y no tal como nos gustaría verlo, si soltamos. Si tiramos todo lo que nos hemos construido y dejamos que la torre caiga sobre sí misma dejando a la vista el ras del suelo. Y más aún: si, una vez derrumbado el pensamiento, nos atrevemos a seguir hacia abajo, buscando entre la tierra lo que sea que haya en sus adentros, esperando a ser encontrado por nosotros en el ahora.

Ella

Algunos de mis huesos son compañeros de los de otros.

Descalzo mis pies y ando al ladito de otros que con miedo y con ternura, se atreven a sentir el suelo que, sólo por un tiempo, los separa de sus propios tesoros.

Desnudo mi miedo cuando me atrevo a excavar, y me abro paso en la tierra, espada en mano, hasta pinchar hueso.

Soy peregrina en caminos ajenos y me sobrecoge la admiración y el agradecimiento.

Yo estoy y todo, simplemente, sucede ante mis ojos, dejándose abrazar y observar. Dejando que lo permitamos existir, haciendo a su vez que yo exista de ésta, mi forma.

El sentido sólo mora en el presente y todo cabe en él, y mi carne me permite sentirlo.

Desde mis huesos hasta donde Ella quiera llevarme, hasta donde yo quiera seguir excavando.

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Autor Anders Norén