El alivio que sigue al “no” se mantiene en el aire un buen rato, proporcional al tiempo que me tomé para sentirlo antes de decirlo.
NO. Bien.
NO, gracias. Mucho mejor.
Si algún atisbo de culpa rondara la negativa, quería confortada bajo el agradecimiento que acompaña.
Libertad.
Llega después del alivio que sigue al silencio que emerge del “no”.
Una onda expansiva que surge de dentro. Soy catapulta y he soltado el peso que me mantenía agarrada.
Celebración.
Cuántas celebraciones nos perdemos por menospreciar los “NO, gracias”.
Quizá por decir, “perdón pero no”. Que no es lo mismo que “lo siento, pero no”.
Sentir es natural, dis-culpar es otra historia.
Espacio.
Sí?