-Qué te transmite esta imagen?
-Pureza.
-Y qué es para ti la pureza?
– Ser fiel a una misma
“el unicornio blanco”
Conversaciones con carmen,
collage 2018
En crecimiento personal y estos mundillos colindantes hay un punto en el que toda gestión emocional o resolución de conflicto pasa por algo llamado aceptación. También se usa el término rendición que, a mí, me gusta particularmente, porque le añade un toque de posición personal que me recuerda a la humildad.
No es la primera vez que escribo sobre ello porque es un tema que me gusta y con el que fluctúo cíclicamente. Para mí, el juego entre lucha automática y reaccionaria vs. aceptación intencionada y consciente es un vaivén en la vida que siempre me gusta reencontrar, en cada escalón del camino, en cada resistencia, en cada incomodidad.
Hoy me fijo en la aceptación como moneda giratoria, con sus dos caras constantemente spineando: cara, cruz; hacia lo externo, hacia lo interno; bienqueda, descarada; tolerancia, autoreconocimiento; complacencia, autocomprensión…
Cara: La persona ZenLa mayoría de veces, aceptar o rendirse a la situación que tenemos enfrente y no podemos cambiar queda bien. Por ejemplo, cuando se trata de algo en otra persona : “mi jefe es un cafre” , no quiero cambiar de trabajo y no puedo hacer nada para cambiar la jerarquía ni su condición de cafre. Aceptarlo, soltar la lucha con ello y rendirse para “llevar bien” la situación queda bien. Es de personas maduras emocionalmente, sienta bien y nos procura una mejor vida sobretodo a los que nos esperan al llegar a casa del trabajo. Además, seguramente, conduce a que nuestro jefe se vuelva, misteriosamente y de repente, menos cafre.
No es fácil, no suele ser placentero hasta que no soltamos del todo y normalmente el ego – u orgullo – se resiste…pero al final de todo tiene premio, porque nadie nos va a señalar por ello y sonreiremos más.
Cruz: Bueno…tiene sus cosillas.En otras situaciones, en cambio, la aceptación no es para nada heroica e incluye abrazar una sombra nuestra que ahí está y sigue estando a pesar de la racionalización y la lucha que solemos usar contra ella. Me da a mí que será un tema de ego, también, porque…para qué iluminar esa sombra? (Siempre y cuando no dañe a nadie y simplemente exista).
Porque socialmente es fea, porque no es adecuada, porque denota inmadurez…habrá tantas razones -o juicios- para evitarlas como sombras existan pero ellas siguen ahí.
Qué pasa cuando la cafre soy yo, por ejemplo? Pues no sé si voy a cambiarlo o qué, pero si así fuera, el primer paso sería quedarme en la aceptación, y en este caso no queda tan bonito, pero es parte del camino igual. O quizá sea el camino en sí y no vaya a ningún otro lugar más que ser cafre 🙂
Os imagináis que nuestra sombra (la de verdad, esa cosa negra que nos sigue desde el suelo) estuviera considerada fea y “tuviéramos” que esconderla? Pff… Nos imagino dando explicaciones de porqué está ahí o porqué es así de fea. Saliendo de casa sólo en días nublados. Comprando vestidos “antisombra” -que tendrían tanto mercado como los libros de autoayuda-. Y nada de eso la haría desaparecer o cambiar: el tema está en que, simplemente, la sombra existe, a pesar de su imagen o adecuación social. Más vale estar cómodos con el hecho de que en todos lados cuecen habas, no? Tanto en los demás como en nostros mismos, con el mismo cariño o consideración.
Pues eso, todo lo bonito que tiene ser un iluminado aceptando los porvenires de la vida lo tiene de feo ir por ahí paseando nuestras sombras sin complejos. Al menos en un mundo en el que las cosas “tienen que ser” así o asá y en el que las sombras son feas. O, alomejor, es que yo vivo en este mundo y habrá otros en los que la cosa funcione distinto. No lo sé…pero no paro de ver situaciones en las que educamos a niños para que saluden agradablemente y se mantengan dentro de las medidas standard de comportamiento y no sé si les estamos contando que todo esto es por puro protocolo más que por valores como amor al prójimo y cultivo de la felicidad interna. Si realmente fuera por valores supongo que el mundo iría distinto…
Les enseñamos a resolver un conflicto poniéndose en la piel del otro – que está muy bonito, no digo lo contrario, es de persona zen – y ponemos el lazo forzando un abrazo, pero no sé si les invitamos a seguir cómodos en su propia piel a pesar de esa diferencia con el otro y del conflicto que ha surgido de ella. Les enseñamos a aceptar esas partes de ellos que no son protocolarias? la verguenza, la necesidad de aislamiento o de soledad, la desgana, la antipatía, la seriedad, la tendencia a la tristeza…lo que sea. Me parece que, incluso nuestros propios hijos, pasan a ser nuestra fea sombra qué esconder cuando se salen de lo socialmente adaptado.
Y al llegar a adultos, nos es más fácil aceptar a nuestro jefe cafre que a nuestra propia sombra. Alguna vez cuidamos de ese equilibrio entre respetar al otro y querernos enteros?
“Sabes qué te digo, Sarah? Que, o reconoces quién eres, o te dan por saco.”
– Carmen García
Reconocer quién soy
Así que, otra vez en el vaivén, vuelvo a encontrarme abrazando al otro por protocolo y no por valor, cuando por valor necesito desesperadamente volver a ese equilibrio entre complacer(les) y respetar(me). Y ese equilibrio se encuentra en movimiento, en este caso hacia mis adentros y en concreto hacia mis sombras.
Voy a dar un paso más hacia ellas, y no me refiero a aceptarlas para cambiarlas o esperar en secreto a que se vayan y hagan de mí un figurín socialmente admirable…me refiero a dejar que anden bajo mis pies y aceptar las consecuencias de su presencia, que además, son inevitables! Me refiero a fluir con las sensaciones que me aportan, con las situaciones que generan incluso cuando alguien me dice que esa sombra mía no debería estar ahí, que no tiene razón de ser, que es fea, inadecuada -y me pide el abrazo que toca-. No voy a forzar abrazos, pero sí me quedaré en el spin de la moneda, ese punto a medio camino entre entender al otro y respetar mi sensación, sea cual sea. Más que a medio camino, sería no renunciar a ninguna de las dos caras. Ninguna. Abrazar, como hago en el otro, esos rasgos sin nombre que también hacen de mí quien soy, sin ser mi firma.
Después de todo, si hay sombra es siempre porque hay luz y aunque nuestras sombras no sean nosotros, cogen, simpáticamente, nuestra forma.
Ruben gener 5, 2019
Precioso!