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Yule II

Yule de nuevo, un ciclo más en esta plataforma de gente compartiendo ciertos valores y discrepando en otros. Veo salir el primer sol de invierno en mi día de fiesta y agradezco el aire frío que corta mi cara al andar calle abajo. Trabajo un poco, es mi decisión.

Cada día construye, por sí mismo, una historia única. Podemos atrevernos a vivirla tan incierta como es, o podemos recurrir a la seguridad de volver a vivir la de ayer, que ya conocemos. Soy libre de decidir algo hoy que sólo a mí me atañe. Otro día seré libre también de decidir para mí algo distinto.

Vivir cada día en ayer tiene sus ventajas; si nunca nos movemos a hoy, nunca tendremos que enfrentar mañana. Pero surfear las olas de un Mar cambiante como el presente y confiar en la incertidumbre, conlleva, también, gozar de las emociones en su máximo esplendor y rango.

Hoy celebro el cambio de ciclo como en cada solsticio, y me exploro a mí misma en busca de aquello de lo que quiero desprenderme y de lo que escojo nutrir desde ahora.

A pesar de nuestros esfuerzos por crear una ilusión de permanencia en el mundo, hay lugares en los que cada día es hoy, cada día cambia y cada día es el primero porque puede dar lugar a una historia completamente distinta a la de ayer.

Las oportunidades se amontonan en la puerta porque todo cabe en una historia nueva. Nunca es demasiado tarde para nada y ahora que los días van a ser cada vez más largos, quién sabe hasta qué punto podremos llegar.

Este Yule descubro a personas nuevas de tierras diversas y lejanas que no dudan en sumarse a la fiesta del hoy. Están lejos del sitio en el que nacieron pero han hecho de “aquí” un lugar seguro al que pertenecer. Viven con gratitud porque la vida les llena, y son ellos los que llenan su vida de aquello que aprecian, lo más básico, lo innegociable. Me sigue pareciendo una heroicidad atesorar los ingredientes más llanos de nuestro día día, nuestros valores, y me sumo a ello.

La libertad, la seguridad, el derecho al goce de la vida, el espacio para la exploración del mundo. Son y serán necesidades básicas desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte. 

Observo este grupo de gente diversa compartiendo mesa, sin idioma en común, pero apañando traducciones. Escucho el agradecimiento rotundo por la invitación a compartir y me doy cuenta de que sólo hace falta querer para conectar nuestros corazones.

Descubro también, viéndolo en otros, que el paso de los años relativiza la vida con tal fuerza que es capaz de lanzar por los aires todo aquello que parecía férreo, absoluto o crónico. La vida nos ha traído límites, pero también amigos que nos mostrarán como se vive sin ellos. En el punto en el que uno cree que dejará de vivir, surge una pregunta y retumba “de qué manera podría?” Y así, seguimos.

Nunca es tarde para volver a andar, para soñar con viajes o llevarlos a cabo. Nunca es tarde para rectificar o soltar partes de nuestra identidad.

No es tarde para confiar de nuevo, para volver a descubrir nuestra vulnerabilidad, desde la experiencia que tenemos ahora. No es tarde, sólo nos creemos más viejos y nos lo permitimos. O no.

Cada día construye, por sí mismo, una historia única. Podemos atrevernos a vivirla tan incierta como es, o podemos recurrir a la seguridad de volver a vivir la de ayer, la que ya nos conocemos.

Lo que está claro es que cualquiera de las dos opciones que escojamos, esa será nuestra historia. 

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Autor Anders Norén